lunes, 2 de febrero de 2009

En la búsqueda del pelota perdido.

Ahh juventud, divino tesoro. Más antes o más después, existe un momento en la vida de las personas en que comenzamos a relacionarnos con el sexo opuesto. Ya no nos tiran el pelo, ni nos irritan las risitas y los vestidos rosados.

Sin embargo, mientras más chicos seamos, más nos importa la opinión ajena. Y así como el gusto unico del hombre sub 18 son las quinceañeras precozmente exuberantes y con personalidades avasalladoras, normalmente todas suspiramos por aquel que ojalá haga deportes, sea bacan al peo, se vista de ropa de marca y sepa bailar. Y comienzan los lios, las peleas de amigas de años por el mismo espinillento al que le flamea la ropa cual bandera.

Pero hay una etapa para las mujeres que parece ser peor. Cuando por fin salimos del colegio, desarrollamos nuestros propios gustos y sentimos una atracción irresistible por un individuo atormentado y antisocial al que, cual heroína de teleserie, salvaremos con nuestro amor. ¡Qué romántico!

El individuo en cuestión demuestra pocos sentimientos y cuando se abre (¡solo con nosotras!), parece que necesita ayuda sicológica urgente. Si tocamos el cielo cuando nos cuenta lo cruel de la muerte de su perro de infancia, lo poco que lo pesca su mamá o su primera desilusión. Y caemos como moscas. Nos declaramos perdidamente enamoradas y entregamos TODO en el intento (incluso aquello).

Por mi parte, nunca anduve con un pelota como tal, pero puta que lo intenté, y de las que me salvé! Con mi primer pololo, me interesó por lo mismo, pero luego descubrí una persona totalmente diferente, divertido y relajado... y casi lo patee por eso! Pero no todas tuvieron la misma suerte, sino que se enamoraron (muchas veces el primer amor) de un pelota como el que describo, y los resultados fueron espantosos. Me acuerdo de mis amigas de colegio: Loretto, Ange, Cata etc, etc, en algún momento, todas victimas de estos atormentados al gas. Que horror.

Por lo general, la relación comienza a ponerse más y más tempestuosa con el tiempo. Comienza a afectar los amigos, la relación con la familia que ya no ve con buenos ojos la relación, si es que alguna vez le parecio bien. Terminos van, terminos vienen, declaraciones cruzadas y la caja de pañuelos en la pieza comienza a convertirse en una necesidad.

Pero algo comienza a cambiar en todo eso. Una extraña sensación comienza a crecer, nos sentimos más tranquilos cuando los vemos, miramos con hastío cuando viene el enésimo ataque de celos injustificado. A veces, sin querer reconocerlo, ya no nos interesa juntarnos con ellos. Y esa mirada de ayuda, nos parece de cordero degollado, tampoco encontramos sabias las frases de "el mundo se puede ir a la mierda" y nos empieza a dar vergüenza su comportamiento en público. Esas ansias de encontrar algo al final de él, algo que no revela, terminan en una desilusión: salvo quejas al mundo, no hay nada más que eso. Le perdimos la admiración que le teníamos en un principio.

Cuando por fin terminamos (sea que nosotras hayamos tomado la iniciativa, o cuando nos desenganchamos del amor ya no correspondido), aprendemos la mayor leccion de todas: las relaciones de pareja no son para darselas de heroina romántica. Y al cambiar el objetivo amoroso, tenemos amores muuuucho mejores.

Y la pregunta que siempre queda es que si no serán los mismos pelotas que nos enamoramos al principio, sólo que más maduros.

4 comentarios:

Palomis dijo...

Chu¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

Gracias a dios me sake le ultimo escollo, pero si, son mas grandes y yo le digo compeljo de enfermera, cosa que hay ke sanar al pelotudo ese, de la vida, de lo malo que son con el y mil chachras, y no son ellos los depre y los desquiciados.

besos cariño

Carlitox dijo...

Estimada Ale,

Lamento decirte que el último parrafo es cierto, pero a medias, o sea, aún peor.

Es cierto en cuanto a que los amores posteriores resultamos siendo los mismos pelotas que al principio, pero nisiquiera se podría decir que más maduros, sino que sólamente pasamos a ser un pelota socialmente adaptado.

El punto es que lo que nos lleva a ser un pelota socialmente adaptado no es la madurez, sino que es el mismo instinto que nos llevó a despotricar conta el mundo 10 años antes: aunque sea subconcientemente queremos conseguir una femina.
La diferencia entoces no radica en nosotros sino en ustedes; ya que si a los veinte, ser un desaptado criticón del sistema, es para ustedes interesante, llegando a los treinta, a menos que viajes por los mares junto a Greenpeace o protestes en Guantanamo junto a Amnistía (obviamente con un título en el bolsillo), seguir siendo el mismo desaptado no es ser para ustedes más que otro pobre fracasado.

Anónimo dijo...

Yo creo que un desadaptado posero puede cambiar, pero cuando hay un weon realmente cagado de la cabeza, no cambia, o cambia muy poco, a menos que pase un tratamiento estilo "intervention" o por una crisis muy, muy grande.
No creo, por ejemplo, que el loco que le pegue a una mina no le pegue a la siguiente porque sí.

Asi como hay algunas que se quedan eternamente pegadas en los pelotas. Como hay otras que aprenden y como tu dices, los ven como bostas, pero bostas fueron desde el principio. Pero al final de cuentas, cada oveja con su pareja. Se les disminuye el corral, como tambien al pendejo abacanado del principio, pero igual encuentran, porque hay minas que los prefieren asi (y si, son masocas). Se segmenta el mercado no mas.

Y lo de "segmentacion del mercado" da para otra entrada... Barsa? Monica?

oveja y negra dijo...

Solo cambia quien quiere cambiar.Saludos.