domingo, 26 de abril de 2009

El celular

El día Viernes me llegó la cuenta del celular. En un arranque de cariño ridículo de mi parte, se me ocurrió meter a toda mi familia (salvo mi mamá que con suerte no ocupa el celular de control remoto) en él. Al revisar la cuenta, habian 250 minutos de más, aproximadamente ¡30 lucas! adicionales. Al revisar el detalle por teléfono, descubrí que mi hermano solo se habia gastado todo el plan compartido. ¿La razón? El cabro estaba "andando" con una pérfida a la que llamaba todo el día. Dado que mi papá y mi hermana apenas usan el celular para escuchar música (y nos "regalan minutos" con ello), nunca había tenido problemas. Luego de explicarle la letra chica del plan a mi hermano, me sale con la frase "no te preocupis, ahí veré como te devuelvo la plata. Ah, y dejé de pololear así que no va a volver a pasar lo mismo." Al fin y al cabo, es un cabro buena onda de menos de 25 años. Es decir, por lo explicado en el posteo anterior, lo patean ligerito por no golpear ni tratar mal a nadie. Además, le gustan las chicas malas. Pésima combinación.

Pero no vamos a hablar de mi hermano. Hablaremos de esa herramienta indispensable en el paq... digo, comunicación de la pareja, llamada celular.

El primer celular del que escuché era un armatoste que aparecia adosado a los autos deportivos en las películas de los 80 y que llegó a principios de la siguiente década a Chile. Sin embargo, era un instrumento de lujo hasta el nuevo milenio donde se popularizó a niveles impensados, de mano de la tarjeta de prepago. Ello cambió totalmente la forma de comunicarnos: el inseguro recado se batió en retirada, así también la palabra empeñada en juntarnos para una semana más. Si ahora alguien se junta en algún sitio, lo primero que hace es llamar o, por último, mandar un "pinchazo" para avisar que ya está esperando y que se apure. Así también nos evitamos plantones y nos permite comunicarle a alguien de confianza que nos espere o nos vaya a buscar al paradero, como mínima medida de seguridad.

Pero el celular hasta el momento ha demostrado ser la más eficaz herramienta de control. Así como denunció el Padre Berríos con las mamás TAG, existe también la novia o el novio TAG. De estas llamadas, las hay generalmente de cuatro tipos:

* La llamada paqueo, la que tiene por un lado a un individuo extremadamente celoso, y una inocente víctima que recibe la llamada. Las frases típicas son: "¿Donde estás?", "¿Qué haces?", "¿Cúando sales?", "¿Por qué escucho a otra mujer atrás?" y demás estupideces. La peor de todas.

* La llamada aburrida, quien tiene a alguien exageradamente ocupado a un costado, quien es el que recibe la llamada, y alguien que no tiene nada que hacer. Por lo general no dice nada más que "estoy aburrido, te cuento que hoy aplasté una barata en la calle", "me encontré con fulanita" y otros detalles que exasperan al otro interlocutor, el cual aguanta estoicamente o manda a la cresta según esté de paciencia.

* La llamada recordatoria, está llena de detalles como "acuérdate de comprar pan", "tienes hora al médico" y otros. Para mí, que detesto hablar por teléfono, es la única llamada que acepto sin poner cara y voz de funeral.

*La llamada melosa, que a veces es la variación de la llamada aburrida, es exclusivamente hecha para resaltar las virtudes del que la recibe. "Mi amor, te echo de menos, a pesar de que anoche dormí contigo", "Me has cambiado la vida", "Quiero ver esos lindos ojos". Y otros detalles que son mejor decirlos en persona.

Los mensajes de texto tienen también esta división, pero al no tener respuesta inmediata, son menos invasivos. Es esa la principal característica del celular: es invasivo: suena sin pensar en consecuencias, interrumpe en el trabajo, te mantiene conectado con todo sin poder cortarlo. Así, mi papá me ha contado de casos de despidos a algún cristiano al que la señora lo llama 30 veces por día. Es también una herramienta para el sicópata: En un episodio del cual muchos lectores pueden acordarse, una señorita de allende los mares enviaba al menos 5 mensajes de texto por día al ex. Todos ellos, con epítetos irreproducibles.

Sin embargo, el celular nos permite mantenernos conectados, y para una relación sana, es una herramienta de comunicación que acorta las distancias provocadas por la lejanía, el exceso de trabajo y los compromisos sociales. Así, una llamada a la hora de dormirse puede ser el elemento que nos haga soñar con nuestro amado. Todo ello, gracias a un artefacto que cabe en un bolsillo.